Error
Una enfermedad nerviosa le impulsaba a arrancarse el pelo. Después de tres años de rozar más labios que ninguna otra, Marta conoció a un alemán y se fue a vivir con él. Ella fregaba la sartén de hierro, rascando con fuerza la grasa incrustada. Entonces, él la miró y le gritó:
-¡ Bájate las bragas!.
Esta vez, no le obedeció.
-Cabrón, ¡jódete !
Y entonces lo hizo, agarró fuerte el sartén y golpeó su cabeza una y otra vez, una y otra vez. El cuerpo del hombre se balanceó y cayó desplomado contra el suelo.
La sangre se expandió por el azulejo blanco de la cocina, las paredes se convirtieron en un tapiz de estrellas...
Marta limpió la sangre con una bayeta empapada en lejía, después arrastró el cuerpo hasta la habitación y, con gran esfuerzo logró subirlo hasta la cama. Se preparó un café y pensó que toda su vida se paró en el poso de la taza, en sus ojos inmóviles ante el reflejo, en su mente cargada de sueños imposibles. Toda su vida se paró ante el miedo.
Salió a la calle temblando. Encontró un hostal y pasó la noche en vela. Al día siguiente regresó a su casa. El cuerpo empezaba a desprender un olor nauseabundo. El olor era, esta vez, el límite en el tiempo.
Una enfermedad nerviosa le impulsaba a arrancarse el pelo. Después de tres años de rozar más labios que ninguna otra, Marta conoció a un alemán y se fue a vivir con él. Ella fregaba la sartén de hierro, rascando con fuerza la grasa incrustada. Entonces, él la miró y le gritó:
-¡ Bájate las bragas!.
Esta vez, no le obedeció.
-Cabrón, ¡jódete !
Y entonces lo hizo, agarró fuerte el sartén y golpeó su cabeza una y otra vez, una y otra vez. El cuerpo del hombre se balanceó y cayó desplomado contra el suelo.
La sangre se expandió por el azulejo blanco de la cocina, las paredes se convirtieron en un tapiz de estrellas...
Marta limpió la sangre con una bayeta empapada en lejía, después arrastró el cuerpo hasta la habitación y, con gran esfuerzo logró subirlo hasta la cama. Se preparó un café y pensó que toda su vida se paró en el poso de la taza, en sus ojos inmóviles ante el reflejo, en su mente cargada de sueños imposibles. Toda su vida se paró ante el miedo.
Salió a la calle temblando. Encontró un hostal y pasó la noche en vela. Al día siguiente regresó a su casa. El cuerpo empezaba a desprender un olor nauseabundo. El olor era, esta vez, el límite en el tiempo.
Se acabó
Bajo mi sobresalto y con el desayuno dando vueltas (el café de las arcadas perpetuando mi vida insana) suena alguna canción y todo me parece una broma del destino. Hace tiempo que abandoné la poesía. ¿Y tú? ¿También haces el idiota con las palabras?
Bajo mi sobresalto y con el desayuno dando vueltas (el café de las arcadas perpetuando mi vida insana) suena alguna canción y todo me parece una broma del destino. Hace tiempo que abandoné la poesía. ¿Y tú? ¿También haces el idiota con las palabras?
[ pues escribe algo bonito en los coments, anda! que estoy en “uno de esos días” ya sabes...Incoherencia-psicosis-desenfreno-tristeza-Dios-cambio-dimelotú o yoquesé...]
Toda esa basura que no se lee desparramada en 30 líneas con un periódico (el mismo que llevo toda la vida vomitando). Sólo eso. Si quieres más: dime que mañana irás a la iglesia. Prometo estar contigo para hacer algo grande.
Etiquetas: ejercicios narrativos