Todo en este país es sumamente difícil. Al igual que en todas partes, aquí funciona el amiguísmo. Quizás debería renunciar a la esperanza de ver mi obra publicada, quizás mi tesis sobre Pizarnik es solo un alimento para el narcisismo y no merezco el más mínimo reconocimiento. Tardé siete años en escribir ese maldito trabajo, dejé mi vida en esto y ¿ahora qué? Perdí el contacto con la realidad, perdí a los amigos y con cuarenta años ni siquiera he sido capaz de conseguir un puesto de trabajo decente, aunque todos digan que mi curriculum es "académicamente impecable" o que soy "la mayor especialista en AP". Estoy harta de la mediocridad. ¿Tantos sacrificios, para qué? Esta tierra, al igual que la mía, está contaminada de muerte…¿O seré yo, la que está contaminada? Nada de lo que hago tiene un sentido, ni siquiera pensar en el suicidio, ni el café por las mañanas, la literatura, la copa de vino, el amante fortuito, el mar, la música, el sol entrando por la ventana!!!
El tiempo pasa junto a este tedio de estar viva, ¿hasta cuándo resistiré?
Buenos Aires, 15/01/2008
Ha vuelto la tristeza, las ganas de desaparecer, nadie al otro lado del teléfono, o una voz que responde “no puedo atenderte” u otra que dice “ya hemos hablado y no se trata de perdonar”. Así me encuentro nuevamente inconsolable, con ganas de irme y dejarlo todo. Mi vida se ha quedado reducida a estas cuatro paredes, a la soledad más absoluta, a nadie detrás del auricular, a nadie dispuesto a escuchar los problemas del otro. Se cuelga el teléfono y se sigue sumido en la miserable existencia. Hoy a las seis de la madrugada tomaré el autobús a Mar del Plata, todavía me quedan cuatro horas de espera insomne. Ahora solo hay desesperanza, los desechos más impuros.
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