9 oct 2008

Laura se despertó sobresaltada por el timbre del teléfono. Miró a su hamster, permanecía totalmente inmóvil. Todo su cuerpo pugnaba por liberarse de un asfixiante amasijo de sábanas desordenadas. Tenía mucha, muchísima sed. Su frente estaba fría, sudorosa. El reloj marcaba justo las doce en punto. El silencio era absoluto. No se oía nada. El silencio al recorrer su propia habitación desaceleraba lentamente el sufrimiento que imprimían sus angustiosas palpitaciones. Se calzó las zapatillas, y tomó la pistola que estaba en el armario. A través de un generoso resquicio pudo ver a su amante durmiendo. Se aproximó sin miedo y le apuntó directamente a la cabeza. El hombre no tuvo tiempo a reaccionar, murió de forma instantánea. Laura se quedó mirando la sangre que salía a borbotones y teñía todo de rojo. Luego se introdujo el arma en la boca y disparó. (pág 184)

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posted by Patricia Venti at 10:35 |


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