El amor es una
habitación
atiborrada de nombres y citas mil veces aplazadas.
Él,
un rompecabezas detrás de las palabras,
para no escuchar mis juramentos,
creer mis sueños,
vivir mis mentiras,
encerró el deseo en un frasco.
Hoy,
regalo todas mis heridas al mejor postor:
"Por favor, pase sin tocar
pase y vea
Por favor, sin tocar"
y espero al menos
su sonrisa de complicidad
cuando mi vida se convierta
en una trampa del lenguaje.