La playa reclamaba atención: “Con la luna salen los insectos de la arena”, le decía siempre a Úrsula, “y los gorgojos se han comido las galletas y las termitas el cofrecito, y las hormigas cabezonas destriparon el catalejo”.
“Es que nunca me haces caso”, le digo (y Úrsula, meciéndose en la hamaca, dormita sin poner los pies en la arena porque los insectos pican fuerte); me enfado un poco, “estás abúlica; me voy a lanzar botellas al agua”. Entonces tomo una hoja de banano y garabateo el mensaje (SOS:13ºlat/25ºlong). Y hala, a cruzar las rocas hasta el carguero despanzurrado, lleno de un óxido que me tinta los pies; y este sol de justicia. Atravesar la herrumbre hasta la bodega y la montaña de cascos reciclados de pepsicolas. Tomar una y lanzarla con su mensaje en hoja de banano metida adentro.
Pero el mar me la jugó (cómo iba a saberlo, le dije a Úrsula) y ella me repite con retintín
- ¿Dónde están tus miles de botellas-con-mensajito, eh? Dime
Las ha devuelto la corriente. Se han acumulado en la cala vecina, toda alfombrada de pepsicolas. Fracaso.
Y yo desespero; hale, a comer más insectos crudos con aguacate; desayuno, merienda y cena. “Me voy a escribir el diario” le digo a Úrsula.
Robinsón en su isla; pero esta botellita sí que nos salva: La he atado a una merluza viva –inteligente animal– y voy a lanzarlas con una palmera-catapulta.
Pero una vez más, Úrsula tenía una idea mejor.
“Es que nunca me haces caso”, le digo (y Úrsula, meciéndose en la hamaca, dormita sin poner los pies en la arena porque los insectos pican fuerte); me enfado un poco, “estás abúlica; me voy a lanzar botellas al agua”. Entonces tomo una hoja de banano y garabateo el mensaje (SOS:13ºlat/25ºlong). Y hala, a cruzar las rocas hasta el carguero despanzurrado, lleno de un óxido que me tinta los pies; y este sol de justicia. Atravesar la herrumbre hasta la bodega y la montaña de cascos reciclados de pepsicolas. Tomar una y lanzarla con su mensaje en hoja de banano metida adentro.
Pero el mar me la jugó (cómo iba a saberlo, le dije a Úrsula) y ella me repite con retintín
- ¿Dónde están tus miles de botellas-con-mensajito, eh? Dime
Las ha devuelto la corriente. Se han acumulado en la cala vecina, toda alfombrada de pepsicolas. Fracaso.
Y yo desespero; hale, a comer más insectos crudos con aguacate; desayuno, merienda y cena. “Me voy a escribir el diario” le digo a Úrsula.
Robinsón en su isla; pero esta botellita sí que nos salva: La he atado a una merluza viva –inteligente animal– y voy a lanzarlas con una palmera-catapulta.
Pero una vez más, Úrsula tenía una idea mejor.
Etiquetas: cuentos