Pablo Ruiz Picasso además de pintor, escultor, dibujante, grabador e ilustrador, fue escritor. Compuso cuatrocientos poemas[1] y cuatro obras de teatro[2]. Durante veinticinco años escribió y pintó simultáneamente. En los momentos donde la esterilidad creadora le impedía pintar, se sentaba a emborronar cuartillas y dejaba que la imaginación fluyera. En 1935, comenzó a escribir y dejó de hacerlo en 1959. Solía redactar indistintamente en español o en francés. Aunque, con este último, realizaba más experimentos y se tomaba mayores libertades que con su idioma materno. El artista consideraba que la traducción de una lengua a otra suponía también un cambio en el contenido, porque la sonoridad de una lengua era muy importante. “Si pienso en una lengua y anoto el perro corre detrás de la liebre en el bosque y quiero traducirlo a otra debo decir la mesa de madera blanca clava sus patas en la arena y muere casi de miedo por saberse tan tonta,” escribió en uno de sus poemas.
Picasso poseía el manuscrito de Ubu Rey (1888) del escritor Alfred Jarry, texto que, según ciertos testigos, se sabía de memoria y que a la hora de redactar Le Decir attrapé par la queue, jugó un papel fundamental. La obra, según afirma el autor, fue redactada en sólo cuatros días – del 14 al 17 de enero de 1941- en un cuaderno escolar. Podría decirse que esta pieza también está en la línea de las Mamelles de Tiresias de Apollinaire, o en consonancia con la truculencia de Rabelais, donde todo gira alrededor de los amores entre El Gran Pie y La Tarta. Los críticos señalan que esta obra, además de escenificar las preocupaciones cotidianas del artista, fue una forma de luchar contra el tedio y opresión que se vivía en Francia durante la ocupación nazi:

“El humor y el inagotable espíritu de invención de Picasso se manifiestan en toda su pureza. Todo lo que le inquietaba durante los días de Royan: el crudo invierno, la ocupación alemana, las privaciones, la soledad, la desconfianza, los placeres de la mesa y del amor”
[3]

La pieza es un canto al optimismo y a la libertad, en el cual se da rienda suelta a los sueños, las obsesiones, los deseos inconfesables y al espíritu inagotable del ingenio. Aunque podríamos inscribirla dentro de la estética surrealista por el uso del lenguaje y los efectos oníricos, creemos que es una obra delirante e inclasificable, ya que posee elementos dadaístas
[4] y participa de las concepciones teatrales de Artaud.
Le Decir attrapé par la queue está dividida en seis escenas. El argumento parece indecible, ya que una idea lleva a otra y las palabras se combinan como juegos de malabarismo con un ritmo que no sabemos hacia donde nos lleva. El hilo de la narración está ausente, los personajes son seres orgánicos que están en permanente cambio listos para coger aliento y empezar nuevamente en un presente continuo. El verdadero protagonista es el Deseo que exorciza los pesares, la nostalgia de los tiempos idos. El texto está cargado de poesía, humor y erotismo donde reinan sus propias reglas, al margen de la gramática, la lógica y la puntuación. La palabra es una orgía de los sentidos, una aventura amorosa que raya con lo onírico. Picasso compone a modo de collage, pequeña viñetas donde lo fantástico se alterna con la música, la danza o la pantomima, así cada escena tiene un tono entre serio y cómico, simbólico y real. Todo en conjunto conforma un cóctel explosivo que no oculta los rasgos del propio autor.
La primera vez que se realizó una lectura pública de Le Decir attrapé par la queue fue el 19 de marzo de 1944, en el apartamento de Michel y Lousie Leiris, ubicado en la cuarta planta de una casa del quai des Grands-Augustins, a poca distancia del taller de Picasso. El director y responsable de escena fue Albert Camus, quien explicaba los decorados, anunciaba los actos y presentaba a los protagonistas. Lo hizo provisto de un bastón que golpeaba tres veces. Michel Leiris representó al Gran Pie, Raymond Queneau hizo de Cebolla, asimismo Jean-Paul Sastre le tocó el papel de Fondo Redondo y Las Angustias fueron interpretadas por Georges Hugnet y Dora Maar. Los breves parlamentos de Las Cortinas y El Silencio los dijeron Jean Aubier y Jacques-Laurent Bost, respectivamente. Zanie de Campan, Lousie Leiris y Simone de Beauvoir se repartieron los roles de La Tarta, Los dos caniches y La Prima. Ensayaron varias tardes y el propio Picasso asistió muchas veces a las sesiones.
[5] Durante la “premier”, el pintor malagueño, colocó en la chimenea un retrato del poeta Max Jacob, como homenaje de su muerte en el campo de batalla el 5 de marzo de 1944. A la función asistieron entre otros intelectuales: Jean-Louis Barrault, Georges Bataille, Sylvia Bataille, Georges Braque, Maria Casarès, Valentine Hugo, Jacques Lacan, Georges Limbour, Henri Michaux, Mouloudji, Lucienne et Armand Salacrou y Pierre Reverdy.
Después de tres meses de la representación, Picasso volvió a reunir a sus amigos actores para darles las gracias por esa inolvidable velada. Y fue entonces cuando Brassaï inmortalizó el momento con varias fotos.
En marzo de 1952, la obra se reestrenó en Nueva York y fue representada por el grupo “Living Theater”; luego Jean-Jacques Lebel, escritor y artista de vanguardia, en Saint-Tropez concibió la atrevida idea de montarla “con absoluta fidelidad” para el Festival de la Libre Expresión celebrado en julio de 1967. Finalmente en la década de los ochenta, Jean Chistophe Averty, la volvió a escenificar para la televisión francesa.
Por ultimo, queremos señalar que existe una primera traducción al español de Antonio Mayans para la Revista Yorick, Barcelona, 27 (1968) y otra realizada por Floreal Mazía para la editorial argentina Proteo, (1970). Ambas versiones adolecen del mismo problema, se apegan a la letra dejando de lado el sentido lúdico del texto. Nosotros hemos procurado seguir el ritmo picasiano, jugar con los doble sentidos y en definitiva, nuestra versión partió del concepto de una literatura oral para llegar a la escritura. Pensamos que a pesar de su cercanía con el francés, cuya complejidad gramatical comparte, como comparte idénticos orígenes parciales, la traducción al español sería lo más difícil no de hacer, sino de lograr, y efectivamente así fue.

[1] Picasso publicó poemas en la revista Cahiers d’Art en los años 1935, 1937 y 1948.
[2] Pablo Picasso, Le désir attrapé par la queue, París, Gallimard [Perfil del Tiempo, 5], 1945.
——. Les quatre petites filles, París, Gallimard, 1967. Traducción del francés de María Teresa León, Las cuatro niñitas, «obra en seis actos», Madrid, Aguilar, 1973.
——. El Entierro del Conde de Orgaz, pieza escrita en 1957-1959 y publicada en francés primero en facsímil en 1969 y luego lo publicó Gallimard, París, en 1978. Traducida por Alejo Carpentier, prefacio de Alejo Carpertier y Rafael Alberti.
——. Obra inédita: La corrida de luto, escrita en Francia en los años cuarenta.
[3] Brassaï, Conversaciones con Picasso, Aguilar, Madrid, 1966, p. 185
[4] Su filiación más próxima al dadaísmo, la encontramos en Le coeur à gaz de Tristan Tzara que se representó por primera vez en la Galérie Montaigne (Studio des Champú Elysées, en París) el 10 de julio de 1921.
[5] Brassaï, Conversaciones con Picasso, en opus.cit., p. 186


Prólogo a la traducción que Lorenzo Pareja y esta servidora hicimos de la obra teatral El deseo atrapado por la cola.

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posted by Patricia Venti at 11:31 |


1 Comments:


At mar mar 31, 01:47:00 a. m., Blogger lisi [ffprada] 

Increíble que no tengas comentarios en una entrada tan interesante. No sé si sigues en Madrid. Estuve la semana pasada en la exposición del Círculo de Bellas Artes, tal vez la has visitado, si no es así no te la pierdas, emociona ver las fotos los affiches, los diseños… y los libros que leíamos vestidos de negro, en sus ediciones originales.

Me han encantado tus diferentes espacios. Un saludo y gracias por este artículo. Lo enlazo en mi blog.



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